Miniserie dura y absorbente que evita el sensacionalismo para centrarse en lo verdaderamente importante: el dolor silencioso de una familia rota. Con solo cuatro episodios y una narrativa en plano secuencia, consigue sumergirte de lleno en una historia que explora la incomunicación y la compleja psique adolescente.
Stephen Graham está sobresaliente y Owen Cooper es una grata sorpresa. La serie no da todas las respuestas, y eso la hace aún más incómoda y realista. Quizá eché en falta algo más sobre la víctima, pero el retrato familiar es brutal y honesto.
Una pequeña joya de Netflix.