Diez años después de realizar el remake de King Kong, John Guillermin se vuelve a poner detrás de la cámara para recordarnos el final de su película y decirnos que Kong, no está muerto, que está en coma y que necesita un trasplante de corazón y una transfusión, y curiosamente, en Borneo, existe una hembra de su especie y constitución, con el tipo sanguíneo universal.
Segundas partes nunca fueron buenas, dice el refrán castizo, y desde esta fue malísima. Una patochada de película para recaudar dinero en las salas con el reclamo de Linda Hamilton, que había triunfado con su papel en "Terminator" y francamente no sé cómo pudo aceptar éste.
Guillermin realiza una floja secuela que más parece una comedia romántica en el doble cortejo de los simios y de los humanos, con Linda Hamilton al frente, y con un coronel del ejército cabreado que persigue a Kong con todos sus medios para darle muerto.
Al menos algo surgió de tanto amor.
Floja, 3.