Stallone deja nuevamente los mandos de la dirección a John G. Avildsen, el director del primer Rocky, con la finalidad de revitalizar la franquicia, aunque desgraciadamente no lo logra del todo.
Avildsen retoma la historia con las secuelas del durísimo combate en Rusia, con un Rocky retirado y arruinado, como tantos y tantos boxeadores. Debe volver a sus inicios, y en el gimnasio donde todo empezó, heredado de Mickey, prepara a un joven boxeador caracterizado por Tommy Morrison, proyectándose sobre el chaval como si fuera él mismo, y dejando de lado a su familia, entre los que aparece por primera vez su propio hijo Sage.
Avildsen filma la cara oscura del boxeo, donde el noble arte deja de serlo por los amaños, las apuestas, los promotores aprovechados, la prensa sensacionalista, el dinero, las mujeres de silicona y el sin fin de obstáculos que se encuentran los deportistas de este noble deporte cuando se retiran y pasan de ser estrellas a estrellarse.
Va decayendo, no obstante, la fuerza de esta saga imborrable. Mi nota, un 7.