Thriller que refleja la sordidez de la vida, parcheada de inmundicias, de errores incalificables, de pecados ocultos y de dolor en el alma. Clint Eastwood, nuevamente, firma un thriller donde destacan los pecados por encima de las virtudes, y donde se busca justificación a lo injustificable.
Nunca será justificable el asesinato, de nadie o de casi nadie... La Ley del Talyon, el ojo por ojo y diente por diente, la vendetta, nunca son justificables, el quitar una vida debe ser condenado por la sociedad y por todas las leyes de todo el mundo. Hasta ahí todos de acuerdo, pero existe un delito que verdaderamente no tiene justificación, una aberración humana que hay que abolir de la faz de la tierra, y acabar de una vez por todas con todos aquéllos que se permiten destrozar la vida de menores inocentes para satisfacer sus hediondos apetitos, sus innombrables vicios, sus inmundas aberraciones. Los pederastas no son asesinados, porque su mera presencia es aborrecida por el Creador, no se merecen el más mero miramiento, hay que erradicarlos de este mundo y perseguirles para evitar que puedan causar más víctimas.
Los tres amigos subieron al vehículo y sufrieron la tortura y las vejaciones de esos monstruos, y cada uno, a su manera, trató de erradicar su recuerdo, su trauma y sus secuelas, cada uno con su carácter, cada uno a su manera, cada uno con su castigo y su penitencia.
Obra maestra de Eastwood, con sendos Oscars para Sean Penn y Tim Robbins. Matricula de honor y a favoritas.
Una película notable, su trama es muy interesante, y a destacar la interpretación de Tim Robbin (papelazo que se marca), con reflexión sobre varios aspectos de la vida. Muy recomendada.
No hay adjetivos para describir una película como está, bien ambientada. Extraordinaria, magnífica, muy fiel al libro. Clint Eastwood hizo una gran producción