Fue la primera vez en la historia que se juzgó a los dirigentes, militares y civiles, por crímenes de guerra, por delitos de lesa humanidad como se les denomina ahora, cometidos contra naturales de otras naciones invadidas y subyugadas, pero también contra sus propios nacionales, contra todos aquellos que pudieran formular cualquier oposición al partido nazi, políticos y militares, y contra la sociedad civil, contra cualquiera que no les demostrase la obediencia debida.
Los nazis llegaron al poder con Hitler a la cabeza democráticamente, votados por el pueblo alemán, y una vez en el poder, acabaron con todas las instituciones democráticas para ejercer el poder de manera absolutista, abriendo los primeros campos de concentración para presos políticos alemanes.
Otra cosa es el antisemitismo, el odio desaforado contra un pueblo y una raza que se extendía ancestralmente por toda Europa, a los que ultrajaron, robaron, asesinaron, humillaron, deportaron, esclavizaron y con la solución final, prácticamente exterminaron de toda Europa, con más de seis millones de judíos asesinados en las cámaras de gas.
Las cuatro potencias vencedoras, EEUU, Inglaterra, Francia y URSS juzgaron a los líderes nazis que cayeron en sus manos como prisioneros de guerra, como el número dos de Hitler, el Mariscal de Campo Goering y Rudolph Hess, y otros 19 altos cargos del partido nazi,
Yves Simoneau dirigió esta miniserie de tan sólo dos capítulos con una magnífica ambientación, con cierta rigurosidad histórica, donde destaca con luz propia la magistral interpretación de Brian Cox en el papel de Goering que eclipsa un tanto la del fiscal Alec Baldwin y su secretaria, Jill Hennessy.
Recomendada a todos los amantes de los dramas jurídicos.
Notable, 8.