Un granjero de Michigan y un buscador de oro se asocian en plena fiebre de este metal en California. Sus aventuras incluirán el comprar y compartir una esposa, apoderarse de un teatro, secuestrar a seis prostitutas y convertir su campamento minero en una auténtica ciudad.
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Mientras escribo esta crítica me viene a la cabeza la melodía del anarquismo, “I was born under a wandering star” o "El lamento del último hombre libre" interpretado con la voz rota de Lee Marvin en uno de sus más logradas interpretaciones, y sin duda, de las más recordadas.
Joshua Logan nos ofrece una comedia musical ambientada exquisitamente en el viejo Oeste, en un territorio olvidado de la mano de Dios donde en virtud de un accidente aparece oro, y todo el mundo acude a su llamada, en una ciudad sin nombre, sin leyes, donde los mormones cambian los papeles pues una mujer tiene dos maridos, donde los convencionalismos y las leyes no existen, donde la anarquía por una vez y durante las dos horas y media de película no es una utopía.
Musical excelente, que obtuvo el Oscar a la mejor Banda Sonora Original, y uno de sus temas se hizo súper popular, "El lamento del último hombre libre" con un despechado Lee Marvin andando por el cieno bajo la lluvia después de que la esposa de ambos socios, la preciosa Jean Seberg le eche de casa para volver a los convencionalismos sociales, a cambiar por lo cotidiano, por lo habitual, a erradicar el anarquismo que hasta entonces habían vivido el triángulo donde me falta un Clint Eastwood, que por fín dice su nombre olvidado en "la trilogía del dólar" de Sergio Leone, aunque todos le llaman "socio".
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