Cuba, 1958. Dictadura del general Batista. Jack Weil (Robert Redford), un tahúr profesional, se encuentra en La Habana con la intención de jugar la partida de póker de su vida. Vive completamente al margen de la política, pero en seguida se da cuenta de que la ciudad es un auténtico nido de espías, policía secreta y revolucionarios castristas. En vísperas de la revolución de 1959, su placentera y despreocupada vida experimenta un cambio radical al dejarse seducir por Roberta (Lena Olin), pues tanto ella como su marido (Raúl Juliá) son castristas y representan lo que Weil ha intentado esquivar durante toda su vida.
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Sydney Pollack aprovecha los últimos días de la dictadura de Batista en 1958 para presentarnos la Cuba de los casinos, de la prostitución y el desenfreno, la Cuba dominada por los EEUU dándonos un paseo por La Habana, con las ráfagas de ametralladora de la Revolución cubana sonando todavía lejos mientras la ciudad era un avispero de espías, de represión y de injusticias sociales.
Y en ese ambiente, un jugador de poker en busca de su gran partida se enamora de una bella mujer casada con la Revolución, que le hace salir de su mundo reducido a las apuestas y el juego hacia algo más mundano como la política, la diferencia de clases, la injusticia y la opresión.
Intenso drama romántico con buenas actuaciones de Robert Redford, más que correcto como siempre, y una brillante y atractiva Lena Olin, en uno de sus mejores papeles que yo le recuerdo.
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