Tengo, con esta película, basada en hechos reales, sentimientos encontrados. Por un lado, el mensaje que nos pone delante de la vista no nos deja indiferentes: se trata de la vida de Stu, boxeador venido a menos que, por conquistar a una católica, se bautiza, y sin casi darse cuenta, se topa de bruces con el Señor; profundizando en su vida cristiana, se descubre llamado a ser sacerdote, donde todo cambia bruscamente.
Por otro lado, desde el punto de vista cinematográfico, la peli es bastante mala. Diálogos forzados y doblaje pésimo, dos horas de duración de las que sobran bastantes minutos, referencias religiosas poco cuidadas…
Sin embargo, la profesionalidad de los personajes principales (Stu, sus padres y Carmen) consiguen hacer que la película nos emocione. La grabación nos presenta las heridas de la familia de Stu, la mala relación con su padre, los sufrimientos de la madre… Y, sobre todo, cómo la fe consigue, poco a poco, que todo vuelva a su cauce, y se cierren todas las cicatrices. Y esto, como menos podríamos esperarlo: gracias a la enfermedad. Esta es la lógica que nos ha enseñado Cristo: morir para resucitar, tocar fondo para hacernos capaces de acoger lo que no éramos capaces de imaginar.